Es frecuente que las emociones que sentimos o experimentamos sean un derivado de estímulos o eventos externos a los cuales reaccionamos. Esta postura, acerca de nuestros procesos afectivos, nos coloca en una posición de víctimas, dependientes de lo externo y reduce nuestro sentido de poder personal.
Sin embargo, desde hace dos mil años, una teoría diferente busca posicionarse. Epícteto, un filósofo griego, dijo que «las personas no se perturban por lo que les ocurre, sino por sus opiniones sobre lo que ocurre”. Para mediados del siglo pasado, George Kelly afirmaba que nuestros pensamientos forman constructos mentales que dirigen nuestra vida emocional. Albert Ellis y Aron Beck pensaban que sufrimos, no por las situaciones, sino por las interpretaciones que hacemos de los eventos cotidianos. Estas reflexiones nos llevan a una idea central:
Somos creadores emocionales, pues nuestros pensamientos generan sensaciones.
Cuando pensamos que hacemos algo moralmente inadecuado, sentimos culpa; si pensamos que algo malo nos va a ocurrir, experimentamos miedo; si pensamos que hemos perdido algo valioso, nos invade la tristeza; y al pensar que nada de lo que hagamos puede mejorar nuestra vida,sufrimos desesperanza y nos reprimimos.
Sin embargo, este mecanismo tiene un lado positivo: podemos mejorar nuestras vidas y convertirnos en personas más seguras y alegres si activamos los pensamientos adecuados. Podemos crear autoconfianza si enfocamos la atención en nuestros logros, talentos y metas; alegría si valoramos todo lo positivo que tiene nuestra vida; optimismo si asumimos que nos irá bien; empatía, si creemos que es bueno y posible ayudar a nuestros semejantes; y serenidad, siendo flexibles y aceptando las cosas como son.
También el clima, la alimentación, medicamentos y los cambios hormonales influyen en las emociones. La mayor parte de nuestras reacciones emotivas derivan del pensamiento.
Creamos patrones mentales y emocionales que se automatizan, por lo que es necesario detectarlos y modificarlos para mejorar nuestra vida.
Nuestros mejores aliados en esa transformación positiva son: la conciencia, la relajación y la práctica.
La vigilancia mental desactiva los hábitos; la rutina de la relajación evita que reaccionemos impulsivamente, la práctica del pensamiento positivo voluntario le quita peso a los patrones de negatividad instalados.
Recuerden que no somos víctimas impotentes o inermes sino más bien, genios poderosos esperando que nuestra lámpara sea frotada para salir y cumplir nuestros más altos deseos. Frotémosla, pues…

@leomiralvarado
Miles de bendiciones y gracias por leerme.